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jueves, 9 de diciembre de 2010

La vida diaria con mi amor ciego

El que casa tiene, a sus invitados atiende
Por: Andrea Murguía
2010-12-09

El que casa tiene, a sus invitados atiende

Fue la fiesta de Ben el hijo de Marcos, mi compañero invidente, y mío. La organizamos con poco tiempo de anticipación pero todo salió bien. Reunimos sólo a la familia en un lugar para jugar boliche. Es la primera vez que festejamos a Ben en un sitio cerrado, cada año anterior, pasábamos el sábado cercano a su cumpleaños en un parque o bosque distinto. Me gusta hacerlo en esos sitios porque entonces los niños tienen oportunidad de correr, gritar, jugar, saltar la cuerda, andar en bici y organizar tantos juegos como se les ocurra. En fin, todo lo que no hacemos cotidianamente.

Ya me había dado cuenta que en esas ocasiones me molestaba, después de un rato, atender a todos yo sola. En general, llevábamos comida tipo pic nic para que cada quien pudiera tomar lo que le apeteciera. Pero nunca faltaba que los niños por ejemplo, nos pidieran ayuda para servir agua o que los adultos nos pidieran una u otra cosa. La mayoría de las veces llevábamos todos los ingredientes para preparar las tortitas o sándwiches ahí mismo. Lo preferíamos así para que estuvieran frescas y los bolillos crujientes. Pero sentía un balde de agua fría cuando escuchaba en la voz gruesa de Marcos “Andrea ¿qué hago?” Aunque parezca que me está ofreciendo ayuda, en realidad considero que no debe ofrecérmela porque él es el anfitrión también. Él sabe lo que nos hace falta por hacer.

Después de haber respirado hondo y pensar en estas líneas que acabo de escribir, estoy recapacitando en que al llegar al bosque, un lugar nuevo o diferente cada vez, debe ser tardado para Marcos construir toda la imagen: dónde quedaron todas las cosas que bajamos de los coches, dónde están las mesas plegables para limpiarlas y colocar los alimentos. Dónde está el trapo, dónde lo puedo humedecer. Pero primero, por dónde camino para buscar esto sin pisar el pan o el pastel. Creo que no es igual esta situación que al estar en la casa donde todo está en el mismo lugar de siempre. Y eso es de lo que quiero hablar. Primero nos fuimos al boliche y Marcos estuvo un tanto pasivo, pero yo también porque un par de jóvenes nos atendieron durante nuestra permanencia en el establecimiento. Al terminar Marcos invitó a la familia a continuar la reunión en la casa.

Y aquí es donde me quedo sin palabras. Al llegar, entré al baño y no había salido aún, cuando ya le había servido de beber a todos. Esta vez no lo ví pero otras veces al servir un líquido en vaso, hace una expresión en el rostro como cuando las personas que vemos enfocamos para ver algo qué está lejos. Cerramos un poco los párpados para conseguir ver más claramente lo que deseamos. Pues ese es el gesto de Marcos. No enfoca su visión pero enfoca su atención en verter la bebida en el sitio exacto. Algunas veces, en confianza con quienes somos más cercanos a él, ocupa su dedo índice de la mano con la que sostiene el vaso como tope para saber cuando debe parar. Otras, como este sábado, ví que mi papá le avisaba con un “ya Marcos” para que supiera que el líquido era suficiente.

No podía faltar el hielo en nuestras bebidas aunque este invierno nos estemos muriendo de frío. Así que sacó del congelador un recipiente, lo torció y después con las dos manos, dio un tirón muy corto hacia arriba para sentir con una de ellas el hielo que estuviera completo y suelto. Los demás volvían a caer a su lugar.

Después de un rato, preguntaba a todos si estaban bien o querían algo más, ofreció asiento al llegar e hizo sentir a todos bienvenidos. Las botanas, esas sí sólo las roló para que circularan entre todos de mano en mano.

Creo que a veces me quejo sobre situaciones poco comunes que vivo con Marcos. Hasta cierto punto considero que es normal que me parezcan extrañas y que de pronto no las maneje adecuadamente, dado que él es la única persona invidente con la que he convivido en toda mi vida. He tenido algunos encuentros con otras personas ciegas, sin embargo esos se han formado sólo de un saludo y una conversación. Con Marcos comparto el tiempo, el lugar, la situación, los sentimientos. Y por eso es que tenemos oportunidad de vivir tantas experiencias diferentes que a veces nos gustan y a veces no. Por ejemplo, en este cumpleaños de Ben, cuando estábamos en el boliche volvió a aparecer la pregunta “¿Qué hago Andrea? “. No pude evitar que me molestara, ahorita me da risa pero en el momento me da coraje escuchar esa pregunta en la voz de Marcos. Pero también disfruté y mucho cuando se hicieron presentes las cualidades en el hombre que me gusta, el que tiene la situación controlada y que disfruta atender a los invitados en su casa.

Otros relatos de la serie La vida diaria con mi amor ciego en Comunidades Virtuales

¿Quién es Andrea Murguía?

Estudié Ciencias de la Comunicación. Me gusta fotografiar detalles e instantes únicos. Junto con mi compañero de vida, Marcos Velázquez he ofrecido por nueve años la conferencia En Contacto con la Ceguera, en donde hablamos sobre la experiencia de él al perder la vista durante su adolescencia. Acercamos el tema de la discapacidad visual a la percepción de la realidad social de las personas con la intención de cambiar la idea y la actitud. Debido a esta labor estudié Locución y expresión verbal para mejorar mi desempeño en acción.

Recientemente descubrí que escribo. Por muchos años escribí en mi mente. Repasaba oraciones en mi cabeza que pensaba que se escucharían bien si yo fuera escritora. Soy comunicadora y ahora entiendo que no sólo puedo transmitir los mensajes que pertenecen a los demás, sino también los propios y encuentro en la escritura una forma natural de hacerlo.

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